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La importancia de hablar del fin de vida

  • Foto del escritor: Jessica Fernaldt
    Jessica Fernaldt
  • 31 oct
  • 3 Min. de lectura

Hablar de la muerte no nos acerca a ella, pero sí nos reconcilia con la vida.Durante mucho tiempo, nuestra cultura ha evitado este diálogo, escondiendo la muerte detrás de hospitales, eufemismos y esperanzas técnicas. Sin embargo, cada vez más personas reconocen que planificar el final de la vida es un acto de conciencia y de amor, tanto hacia uno mismo como hacia quienes quedan.

El silencio como carga

Cuando no se conversa sobre el fin de vida, las decisiones recaen en las familias en los momentos más difíciles. En medio del dolor o la urgencia, los hijos, parejas o cuidadores deben decidir si continuar tratamientos, aplicar reanimaciones o aceptar procedimientos que podrían no reflejar el deseo real de la persona.

Ese vacío de información genera culpa, tensiones y sufrimiento innecesario.En cambio, hablar a tiempo permite que las decisiones se tomen con serenidad y respeto, no bajo presión. Nombrar lo que se quiere y lo que no se quiere es liberar a los demás del peso de decidir por uno.

Voluntades anticipadas: decidir mientras se puede

Las voluntades anticipadas son declaraciones que permiten expresar por escrito los deseos personales sobre tratamientos, hospitalización, reanimación, donación de órganos o acompañamiento espiritual en caso de enfermedad grave o pérdida de conciencia.

En Chile, aún no existe una ley específica que las regule plenamente. Esto significa que, aunque cualquier persona puede redactar una voluntad anticipada, no tiene un carácter legalmente vinculante: su cumplimiento depende del criterio del equipo médico, las decisiones familiares y las políticas de la institución de salud.No obstante, su valor ético y orientador es enorme. Ayuda a guiar las decisiones médicas y familiares hacia la voluntad expresada de quien está viviendo el proceso.

Actualmente, hay proyectos de ley en discusión que buscan modificar la Ley 20.584 (sobre derechos y deberes de las personas en salud) para dar reconocimiento legal a estas declaraciones.Mientras tanto, se recomienda que las voluntades anticipadas se redacten con claridad, se compartan con familiares y médicos tratantes, y se incorporen al historial clínico cada vez que sea posible.

Redactar una voluntad anticipada no significa “renunciar a la vida”, sino defender su calidad y su sentido. Es una forma de afirmar la autonomía personal incluso en momentos en que ya no se pueda hablar o decidir directamente.

Los límites del esfuerzo médico

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La medicina moderna es capaz de prolongar funciones vitales más allá de lo que el cuerpo podría sostener por sí solo. Esa capacidad, admirable en muchos contextos, también plantea preguntas profundas:¿cuándo curar deja de ser cuidado?¿cuándo prolongar la vida se convierte en obstinación?

El llamado encarnizamiento terapéutico aparece cuando los tratamientos pierden su propósito y solo extienden el sufrimiento. En esos casos, la ética médica invita a cambiar el foco hacia los cuidados paliativos: aliviar el dolor, acompañar, escuchar, y permitir una despedida consciente.

Aceptar los límites no significa abandonar. Significa reconocer la vida en todas sus fases, incluyendo la del morir. El mejor esfuerzo médico no siempre es el que alarga el tiempo, sino el que garantiza dignidad, alivio y presencia.


Un tema que nos pertenece a todos

Planificar el fin de vida no es solo para enfermos o ancianos. Es una práctica de responsabilidad y madurez.Así como preparamos testamentos, donaciones o herencias, también podemos decidir cómo queremos ser acompañados al final: qué tipo de atención deseamos, quién puede representarnos, qué entorno queremos para despedirnos.

Conversar sobre la muerte no la invoca: la humaniza.Abre la posibilidad de morir en paz, sin miedo, sabiendo que nuestras decisiones serán comprendidas y, en la medida de lo posible, respetadas.

Una cultura del cierre consciente

En la Fundación Memento Mori, hablar del fin de vida es parte de una cultura de cuidado y aceptación. Reconocer que morir no es lo opuesto a vivir, sino su continuidad, permite transformar la despedida en un acto de coherencia y gratitud.

Hablar del fin de vida no es hablar del final, sino del modo en que queremos recorrerlo.Cada palabra dicha a tiempo alivia una carga futura. Cada deseo expresado siembra claridad. La muerte nos iguala, más la forma en que la miramos define nuestra libertad.

 
 
 

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